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Los que están acostumbrados a cocinar con gas natural, defienden que los platos tienen un sabor completamente diferente al de los platos cocinados con placas eléctricas. Quizá tenga sentido; el gas natural asegura una cocina más rápida y eficiente de los alimentos, conservando mucho más las propiedades de los alimentos que otro tipo de placas.
Las cocinas de gas natural permiten cocinar a la temperatura deseada, regulándola de forma más minuciosa. El gas natural puede regularse con potencias muy altas y potencias realmente mínimas. De esta forma, al poder controlar en todo momento la llama, se conservan mejor las vitaminas y proteínas, consiguiendo que los alimentos no pierdan ni su color, textura, sabor o consistencia.