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Son los que van desde los rojos intensos al amarillo. Estos colores son más atrevidos, tienen más peso visual que los anteriores y se convierten en los protagonistas de cualquier estancia, así que al integrarlos debes planificar bien la estética global para evitar que saturen demasiado. El rojo y el amarillo en sus tonos más brillantes son dinámicos y revitalizantes, pudiéndose convertir en los responsables de cargarte las pilas por las mañanas. Además, son luminosos porque absorben la luz, pero siempre debes integrarlos con cuidado para que su presencia esté equilibrada. Puedes aplicarlo en el color de las paredes para que sus propiedades te envuelvan o en accesorios como jarrones, ropa de cama o alfombras.