El pasado confinamiento vivido en los meses de marzo y abril y la situación epidemiológica actual nos enseñaron dos cosas, a cuidarnos y a pensar en dónde y cómo queremos vivir. Es por eso que desde aquel “encierro” en nuestros hogares se puso al alza eso de reformar la vivienda para ganar sobre todo en confort y bienestar doméstico. No con la idea de vivir un nuevo confinamiento en el futuro, sino por la necesidad de arreglar o cambiar ciertos aspectos de nuestra casa en los que quizá no habíamos reparado hasta que no pasamos tanto tiempo en ella.
A eso se suma el hecho de que son muchas las personas que empezaron a trabajar desde casa y todavía lo siguen haciendo. Es entonces cuando se pone de manifiesto esa necesidad y esa importancia de contar con un lugar seguro donde refugiarnos ante posibles “amenazas”.
Saneamientos de baños y cocinas, mejorar el aislamiento térmico y acústico o renovar la calidad del aire interior (esencial en plena preocupación por la salud) eran y son las reformas que más se solicitan a los profesionales a la hora de mejorar la funcionalidad y la comodidad de nuestro hogar.
Una lista de cambios en los que en ocasiones se pasa por alto revisar otro tipo de problemas como es el caso de las humedades. Y es que estos focos pueden resultar muy peligroso para las personas que viven en esa casa en cuestión de su salud.