Pese a la complicada forma de la planta, típica de las viviendas del barrio gótico, muy estrecha y larga, debido a la concentración de edificios que hace que la separación entre éstos sea mínima, formando callejones de hasta un metro de ancho. Vilablanch se sacan bajo la manga una nueva y meditada distribución con cuatro dormitorios, 2 baños, cocina y biblioteca, en el que el invitado podrá pasear por espacios abiertos, iluminados que hablan de la larga historia de la vivienda.
La importancia de preservar el alma de la casa y actualizar nuevos elementos acordes con la funcionalidad y el nuevo programa de la vivienda, era primordial para los propietarios. Y así fue como se mantuvieron el pavimento de mosaico hidráulico, la carpintería, la chimenea y los techos, llegando a mezclar diferentes técnicas constructivas en un mismo espacio. En el salón se unen un techo con molduras y un gran rosetón central con el típico techo de bóveda catalana, se deja a la vista esta transición con grandes dosis de personalidad.