Un requisito esencial era el de rejuvenecer el espacio sin perder la identidad, la interiorista se encontraba frente a una planta de 130m² que nunca había sido modificada, muy compartimentada y con problemas de iluminación. Se decidió recuperar los valores constructivos del espacio mejorando las condiciones de habitabilidad y funcionalidad.
De esta manera, aprovechando los casi 4m de altura de la vivienda, y contando que nos encontramos en una planta baja, se instalan ventanales de grandes dimensiones para favorecer la entrada de luz natural. La vida pasada de la vivienda queda plasmada en sus paredes de ladrillo visto y los pavimentos de mosaico hidráulico que se restauran para mantener el alma de lo que un día fue este espacio. Además, se mantiene un pórtico de acero, pintado en color gris, para remarcar su presencia y ayudar a organizar las estancias.