Finalmente, debemos hablar de las placas de inducción (no vitrocerámica). Estas placas son toda una maravilla y se están imponiendo con fuerza a los tipos explicados anteriormente. Estéticamente son similares a las vitrocerámicas, con una superficie de cristal resistente tanto a los golpes como a las temperaturas más altas. No obstante, la principal diferencia con las vitrocerámicas la encontramos en que se calientan muchísimo más rápido, de forma casi instantánea. Esto es debido a que el calor se genera en la base de los recipientes (a través de las ondas magnéticas) sin necesidad de calentar el foco o la placa. Son inteligentes, pues son capaces de adecuar el calor al tamaño del recipiente. Esto se traduce en menos tiempo a la hora de cocinar un alimento, pero también en la reducción del consumo eléctrico. Estos modelos incorporan, además, sensores de seguridad que apagan la placa si hay sobrecalentamiento, desbordamiento o tiempo de inactividad. ¿Tiene alguna desventaja? sí, su precio, mucho más elevado que el resto, así como la inversión inicial al cambiar todos los utensilios de cocina: se necesitan ollas y sartenes especiales.