Si no quieres que sea caldo de cultivo de gérmenes y otros microorganismos, lo mejor es limpiarlo después de cada uso con el estropajo y un poco de lavavajillas: repasa las paredes y también la puerta. Aprender cómo limpiar el horno no es complicado.
Las rejillas con restos, se ablandan dejándolas a remojo. Luego quedan perfectas si las metes en el lavavajillas. La limpieza a fondo debería hacerse cada dos meses con productos específicos o soluciones más naturales. De estas últimas, nos gusta mucho la de la sal. Verás qué fácil: primero sacas todo lo que haya dentro del horno (sartenes, ollas, rejillas...), después viertes medio litro de agua con 250 g de sal en un bol. Esparces la mezcla por dentro (paredes, puerta...) y dejas que actúe media horita. Enjuagas con una bayeta húmeda y ¡tachán!, horno reluciente. De todas formas, si vas a comprar un horno nuevo, estudia primero las características. Los pirolíticos son algo más caros que los convencionales, pero son una pasada porque se limpian de manera eficaz solos.