El gran peligro de este tipo de suelos es que al tener tanto protagonismo, pueden hacer que una estancia se vea más pequeña de lo que es. Un suelo muy oscuro necesita más luz natural, y de otros elementos más neutros para equilibrar el ambiente. Una cocina con un pavimento oscuro nos pide muebles claros. Lo mismo en un baño o en un dormitorio. El equilibrio es la clave con la que resolver el dilema, tanto en el caso de los suelos oscuros como en el de los claros. ¿Y alguna pega más? el polvo (aunque eso ya lo sabes). Un suelo así pide aspiradora diaria (o un buen robot que lo haga por ti) y dependiendo del tipo de pavimento, otros cuidados especiales. Eso sí, las manchas se ven menos que en los claros. En resumen: en tema de limpieza, prácticamente empatan ambos tipos de suelos.