Cuando la vitrocerámica salió al mercado supuso toda una revolución. ¿Un nuevo tipo de placa que pretendía desbancar por completo a las cocinas de gas y a las primeras cocinas eléctricas? ¡Había que verlo! lo cierto es que, en poco tiempo, consiguieron convencer a muchísimos usuarios y no era para menos, dadas sus ventajas. Para empezar, la superioridad estética: no podemos negar que una placa de vitro es bonita y hace que la cocina se vea mucho más limpia. La limpieza es, precisamente, otra de sus ventajas: en comparación con las de gas, el mantenimiento es mucho menor. Cabe destacar que soportan temperaturas altas, por lo que su resistencia también es uno de sus grandes pros. Su seguridad, si las comparamos a las placas de gas, también es un punto a favor: van conectadas directamente a la red eléctrica de nuestro hogar y dejan, por tanto, el gas anulado. Hay modelos que, además, nos avisan del calor residual, por lo que podemos terminar de cocinar nuestros platos apagando los focos unos minutos antes. Su precio es superior a las de gas, pero, teniendo en cuenta estas ventajas, lo cierto es que compensa.