Tenemos que adecuar la iluminación de cada zona de la cocina a su función: la iluminación general, la de trabajo y, si la hay, la de la zona de comer.
Para la general, se recomienda una intensidad de alrededor de 250 lux/ m2. Para la iluminación de la zona donde se preparan y cocinan los alimentos necesitaremos una iluminación más potente, de unos 700 lux/ m2 y sin sombras. Sería perfecto hacer un estudio lumínico, pero si no, siempre puedes comprobarlo con la información que traen las bombillas o luminarias.
Si no tenemos instalación eléctrica bajo los muebles y no es posible tener esta luz de trabajo, tenemos que tener en cuenta que la iluminación general deberá ser más potente. Una lámpara de techo colgante es estupenda para la zona de comer, si la tienes. Para cocinar, lo ideal es una luz fría que no se vea azulada. Sin embargo, lo mejor para la zona de comer será una iluminación más cálida.