Si nos fijamos en las diferentes estancias de la casa, podemos hacer una pequeña guía de qué paredes son más adecuadas, en principio y siempre dependiendo de la distribución de esas estancias. Por ejemplo, en un dormitorio, lo más recomendado es que la pared de acento sea aquella en la que se apoya la cama. Podemos usar color o papel pintado, quizá incluso texturas. Hay veces que esos recursos son tan pesados que ya no vamos a necesitar ningún cabecero.
En el salón, podemos crear una pared de acento en el lugar en el que se ubique el sofá, aunque también hay otros elementos que podrían ser idóneos para ella, como una amplia chimenea o incluso la pared en la que coloquemos la televisión. En este caso, como hemos comentado, va a depender muchísimo de por dónde entra la luz.
En cocinas y baños, que quizá no cuentan con tanta luminosidad, también es interesante este recurso. Es más, en la cocina se aconseja colocar esta pared de acento en la zona más despejada, la pared enfrentada a la ventana, para no perder así ni un ápice de luminosidad. En los baños, esta pared de acento puede colocarse o bien en la zona del lavabo o bien en el interior de las duchas a base de texturas.