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Visto en:
Amos Goldreich
Gracias a las aberturas, ubicadas en dos de las paredes, la cocina se convierte en una prolongación del salón, inundada de luz y aire, inmaculada de color blanco y en un espacio muy reducido, lo que antes era el baño. Pero lejos de suponer un problema, esta estancia es capaz de cubrir cada una de las necesidades: se dispone de todos los electrodomésticos y abundante almacenamiento, que bajo un gesto de buen hacer, se ha jugado con la verticalidad que proporcionan las líneas de los armarios de pared, que siendo de gran altura, llegan hasta el techo y alargan el espacio, otorgando una sensación de aparente amplitud.