Ningún paramento llega hasta el techo, y el orden de bóvedas y cúpulas es continuo y visible desde cualquier punto; pero por debajo, hasta la altura marcada por el arranque de las cúpulas, la visión es parcial, interrumpida por los tabiques, creando así expectación ante lo que hay más allá, al otro lado, conformando un mundo interior propio, donde una reducida paleta de materiales; suelos y paramentos existentes revestidos de blanco para rebotar y reflejar toda la luz que pueda entrar a través de las escasas aberturas; y madera contralaminada de pino, en contraste con las superficies existentes revestidas para destacar todo lo que queda en medio del espacio, queda a la espera de la invasión de colores y texturas de las pertenencias de los futuros usuarios.