En primer lugar conviene distinguir entre radiaciones electromagnéticas ionizantes y las no ionizantes. Las primeras son las producidas por los elementos radioactivos y las máquinas de rayos-X. Las segundas son las producidas por las corrientes eléctricas, la luz, las emisoras de radio y televisión y las antenas de telefonía móvil entre otros.
Como se puede observar en el siguiente gráfico, las radiaciones de los hornos microondas y las de las antenas de telefonía móvil son muy parecidas, de hecho ambas pertenecen al rango de las microondas.
Las radiaciones ionizantes tienen una longitud de onda muy pequeña (del orden de las moléculas y los átomos) y por ello pueden traspasar la materia, interactuando con los átomos y produciendo cambios en su estructura, pudiendo llegar a ser las causantes del desarrollo de tumores en el organismo humano.
Las radiaciones no ionizantes tienen una longitud de onda mucho mayor, por lo que no pueden romper los enlaces moleculares de la materia orgánica y por lo tanto no producen efectos dañinos en el organismo humano pero, como sabemos, las ondas microondas (radiación no ionizante) producen el calentamiento de la materia orgánica por estimulación (vibración) de las moléculas de agua.
El cuerpo humano está compuesto de agua en un 70% aproximadamente, por lo que se puede considerar que una exposición prolongada a las radiaciones microondas puede producir un ligero calentamiento de las células que lo componen. Los efectos que este calentamiento pueda producir en las personas expuestas pueden variar dependiendo de la intensidad y el tiempo de exposición a la radiación, así como de la respuesta que pueda dar el organismo de cada individuo a este calentamiento.
En ciertas personas muy sensibles, con el sistema inmunitario debilitado o en desarrollo (ancianos y niños) la exposición prolongada o constante a las radiaciones microondas puede llegar a producir síntomas que afectan principalmente al sistema nervioso: dolores de cabeza, nerviosismo, fatiga, dificultades para dormir, etc…