En este piso del eixample barcelonés pueden llegar a hospedarse hasta diez sin que haga falta un saco de dormir; a la vez, pueden comer otros diez y si el tema es mero picoteo y charla, pues bienvenidos sean otros diez. Su amplia área social organizada en tres salones contiguos e integrados a una gran cocina abierta permite ésta densidad de ocupación al tiempo que promueve el compartir distendido. Mientras tanto, en su mitad más privada, encontramos tres habitaciones “en suite” con vestidor y baño propios a la cuales accedemos a través de un pasillo recibidor que se plantea (de nuevo) como oasis “verde” en el corazón de esta suite familiar que reconcilia aparentes opuestos: elegancia y practicidad; neutralidad y personalidad propia; interior y exterior; y los brillos metálicos con la frescura de la vegetación. Todo bajo un esquema de interiorismo que pretende llevar luz a donde no la hay, amplitud ahí donde escasea, comunicar lo previamente inconexo y sobre todo brindar confort.