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Visto en: egueyseta
Una vez limpios y medio vestidos nos metemos en la cama pero antes leemos, las cuatro últimas páginas de un libro, recostados sobre un cabecero textil enmarcado en un umbral de espejo retroiluminado que desdibuja las aristas del dormitorio. Mientras tanto, nuestra pareja, sentada en el sofá al pie de la cama, mira la televisión empotrada en un mueble de pared fabricado en roble de poca profundidad pero con capacidad extra de almacenaje. Porque ya se sabe: el viajar ligero comporta poder guardar en destino, y cuando el destino es recurrente y compartido por muchos, esta capacidad de acceder a lo propio se convierte en un necesario y placentero lujo.