Planifica bien el menú de la semana: desayuno, comida y cena y a partir de ahí identifica qué alimentos necesitas para hacer cada comida: por ejemplo, si quieres hacer empanadillas, necesitarás: obleas o masa, atún y tomate. Asegúrate de que tienes esos alimentos y si no los tienes, los añades a la lista. Haz lo mismo con todas las comidas de la semana. A continuación, deberás también ampliar la lista añadiendo alimentos perecederos pero que hay que consumir necesariamente como verduras, hortalizas y frutas. Y con alimentos no perecederos: añade frutos secos (siempre viene bien tener en casa nueces, almendras o pasas para hacer algunos guisos o ensaladas), compra algunos botes de verdura en conserva o menestra, también unos espárragos y guisantes. Este tipo de latas te sacarán de algún apuro más de una vez.
Y por último, haz repaso a alimentos básicos tipo: leche, agua, aceite, cacao, embutidos, galletas, pan rallado, huevos y harinas. Con todo esto bien identificado, cada semana solo tendrás que ir reponiendo aquello que necesitas para poder cocinar tu menú semanal.