En el extremo más alejado de la calle, ahí donde tradicionalmente se hubiesen encontrado las habitaciones o la mitad más íntima del hogar, mirando sobre una formidable terraza ganada al patio interior de manzana a través de una preciosa galería de cristales tintados y diseño modernista, se ubica, por el contrario, una extrovertida cocina enteramente integrada a un espacio fluido de salón comedor. Aquí, los estilos y las tendencias se yuxtaponen con la misma facilidad con que se han revertido, en toda la casa, las nociones prestablecidas en lo tocante a la intimidad y la extroversión de las estancias en función a su exterioridad y proximidad a la calle o al acceso principal. Y es de esta manera como vemos terciopelos y pieles contribuir a una sofisticada pero improbable armonía conseguida en conjunción con los patrones étnicos aportados por las alfombras tejidas a mano y los mosaicos hidráulicos recuperados. Pero la mezcla de texturas y registros no termina aquí. Los revestimientos y la materialidad del mobiliario reconcilian con igual audacia los opuestos, logrando amalgamar en un conjunto de asombroso equilibrio, vetas de madera de barnizado natural con destellos dorados, lacados blancos, hierros forjados y el infaltable hilo conductor vegetal, y a veces verde, que salpica toda la casa.