Son los más duraderos y fáciles de mantener. Se pueden limpiar con agua y jabón suave, o con productos específicos para este tipo de suelos, teniendo en cuenta que el último aclarado debe hacer solo con agua para recuperar el brillo. Lo que está claro es que son impermeables y que jamás te va a dar problemas si se derrama algún líquido o aparece una mancha delicada. No se rayan con facilidad. Los suelos duros (cerámica o gres) son los mejores en espacios de mucho tránsito: cocinas, baños... El polvo se limpia muy bien con aspiradora. El brillo (si hiciera falta) lo tienes que sacar con la mopa. ¿Y los colores? la carta es inmensa. El blanco, cuando está limpio, transmite una gran sensación de limpieza, pero dura muy poquito... El negro es precioso, si no te molesta ver siempre la capita de polvo. Grises o beiges nos gustan más pensando en la limpieza. ¿Y las juntas? cuántas menos tenga mejor. Elige baldosas grandes (aunque sean algo más caras) con junta negra o gris. Así no tendrás que limpiarlas cada dos por tres.