Ladrillo visto y mosaicos hidráulicos
“¡Por no gastar que no sea!” quisimos interpretar de lo que intentaban decirnos en un castellano (muy poco casto y muy poco llano) y por esto no escatimamos en metros de iluminación lineal e indirecta, para bañar las paredes privilegiadas con el ladrillo visto, empapeladas, o alicatadas con mosaicos hidráulico tradicional o en azulejo rectangular colocado en sentido oblicuo. La calidez de la luz cae, aunque quede más bonito decir “se derrama”, en un gradiente amarilloso en sentido contrario al que en la ducha asciende desde el blanco puro hasta un verde azulado o un azul acuoso según el daltonismo del consumidor y su dichoso monitor. No hacía falta recurrir a este discurso en cada pared pues los espejos murales que “ocultan” el único pero generoso armario de la casa refleja el efecto, mientras el espejo sobre el lavamanos enfrentado lo multiplica sin parar. Y es que así son los desbois, tienen más maletas que cajones, guardan poco, viajan mucho, son felices y comen perdices en francés y en catalán.